Una reforma electoral con este Gobierno, mejor no: Woldenberg

Una reforma electoral con este Gobierno, mejor no: Woldenberg

Una reforma electoral con este Gobierno, mejor no: Woldenberg

03/06/2021 - 11:00 pm

José Woldenberg, expresidente del Instituto Federal Electoral, alertó sobre el riesgos de que el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador impulse una reforma electoral ante la posibilidad de no garantizar una autoridad autónoma.

Ciudad de México, 3 de junio (SinEmbargo).–­ México necesita una autoridad electoral autónoma de los partidos políticos y del resto de los poderes constitucionales. Eso es lo que puede dar garantías de imparcialidad y equidad a todos los partidos, a todos los candidatos y a los ciudadanos, pero me preocupa que sea el Gobierno federal y el Presidente Andrés Manuel López Obrador quien esté impulsando una nueva reforma electoral para tener un Instituto Nacional Electoral (INE) alineado a su voluntad, dijo esta noche José Woldenberg Karakowsky, quien dejó claro que en esta coyuntura no debiera darse ese cambio.

Entrevistado en el programa “Los periodistas”, que conducen Álvaro Delgado Gómez y Alejandro Páez Varela por SinEmbargo al Aire, en la plataforma de YouTube, Woldenberg Karakowsky afirmó: “Voy a hablar con toda franqueza: en esta coyuntura yo esperaría que no hubiera reforma electoral, porque a diferencia de las anteriores, hoy tenemos una reforma electoral que se está planteando desde el Gobierno. Hay que recordar que desde la primera reforma, la de 1977, hasta la última de 2014, estamos hablando de ocho reformas electorales, todas se hicieron, todas, para incorporar algún reclamo o alguna exigencia de las oposiciones; se puede evaluar qué tan profundas fueron, qué tan pertinentes fueron, pero esa era la voluntad. La necesidad era: creemos un terreno de juego para que al inicio estén todos, esa fue la reforma de 1977, donde se dijo: ‘vamos a abrir la puerta para que los excluidos puedan entrar’. Luego hubo reformas para que las autoridades electorales fueran imparciales, que no fueran facciosas a favor de ningún lado, y luego hubo reformas para crear condiciones equitativas de la competencia. Es decir, siempre había un motor digamos desde abajo que permeó hacia arriba”.

Woldenberg, uno de los primeros Consejeros Ciudadanos del entonces Instituto Federal Electoral (IFE) entre 1994 y 1996, y luego Consejero Presidente en la primera renovación democrática del Congreso de la Unión, de 1996 a 2003, y también en la elección que se denominó “de transición” en el año 2000, planteó que ahora lo que le preocupa es que sea el Gobierno el que quiere hacer esa probable reforma electoral.

“¿Por qué lo quiere hacer? Cuando uno escucha a los voceros de Morena la verdad a mí, otra vez, me preocupa muchísimo, porque han hablado incluso de desaparecer al INE, no de reformar; alguno habló que el Instituto podría ser incorporado al Poder Judicial de la Federación, ¿qué es eso? Hay un Tribunal Electoral, pero bueno, yo sé que hay derecho a decir dislates. Pero mi preocupación es la siguiente: México necesita una autoridad electoral autónoma. ¿Autónoma de quién? De los partidos políticos y del resto de los poderes constitucionales. Eso es lo que puede dar garantías de imparcialidad y equidad a todos los partidos, a todos los candidatos y a los ciudadanos. Eso es lo que necesitamos. Yo me temo –creo que no estoy sobreleyendo al Presidente, perdón– que al Presidente le gustaría un Instituto alineado a su voluntad. Y eso es lo que temo, porque si eso sucediera sería un flaco favor incluso para el Gobierno. Yo digo que el Gobierno mexicano debería estar satisfecho de que ya no es su responsabilidad organizar las elecciones, de que es otra institución la que las organiza, porque eso incluso le quita un peso de encima al propio Gobierno. Pero bueno, vamos a ver qué pasa después de las elecciones, no adelantemos vísperas, pero mucho sí va a depender de cuál va a hacer la nueva composición de la Cámara de Diputados. No será lo mismo si la coalición gobernante tiene mayoría calificada, que si sólo tiene mayoría absoluta, que si tiene mayoría relativa o que si incluso, que es poco probable, que quede en minoría en relación a otros. De eso dependerá si hay o no reforma y cuáles son los términos de la misma. Entonces, no adelantemos vísperas”, planteó.

José Woldenberg, entonces presidente del IFE, en una imagen del 1 de julio de 2000, cuando le tocó vigilar la elección que daría paso a la llamada “transición”: la primera derrota presidencial del PRI. Foto: Germán Hernández, Cuartoscuro

­–Hemos transitado varias elecciones desde que fue Consejero Presidente del IFE, y escribió un libro llamado En defensa de la democracia. Ahora trae a presentar este nuevo trabajo: “Contra el autoritarismo”. ¿De qué trata, de qué alerta este nuevo libro, José Woldenberg? –le preguntó Delgado Gómez.

–A ver, en efecto en el año 2019 también Cal y Arena me hizo favor de publicar un texto que se llamaba En defensa de la democracia. La idea central que estaba en ese libro era la siguiente: México logró construir una germinal democracia a lo largo de muchos años. Fue el esfuerzo conjunto de varias generaciones, de partidos políticos, agrupaciones civiles, expresiones en la prensa, organizaciones de todo tipo, pero sobre todo hubo un momento, creo yo, crítico, que fueron las elecciones de 1988. En esas elecciones presidenciales –quizá las primeras auténticamente competidas– vimos como las normas, los operadores políticos, las instituciones fallaban y fue necesario construir una nueva normatividad y una nueva institucionalidad para dar curso a las elecciones. De ahí surgió el IFE y luego el INE. Eso lo recuperaba yo en aquél texto, y como eran los primeros meses de la actual administración, yo señalaba que había algunos elementos que a mi me preocupaban. Y por eso señalaba que era muy importante valorar lo que se había hecho y no tirar al niño junto con el agua sucia, para mi el niño era lo que se había construido en términos democráticos y el agua sucia era la desigualdad, la pobreza, la corrupción, la violencia, etcétera, etcétera, pero que deberíamos de preservar eso. Y sin embargo, creo yo que muchas de las preocupaciones de 2019, en mi caso, se han agudizado. Estoy hoy más preocupado que hace dos años porque creo detectar pulsiones auténticamente autoritarias desde el Gobierno y se que en la propia sociedad no se valora mucho lo construido con anterioridad. Entonces, lo que hace este libro es tratar de llamar atención sobre esa dimensión: reflexionar, analizar, proponer, porque sí creo que así como los sistemas democráticos nacen pues también pueden morir y ojalá eso no suceda en nuestro país, y esa es la intención del libro –explicó quien es también licenciado en Sociología, maestro en Estudios Latinoamericanos y doctor en Ciencias Políticas por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Portada del más reciente libro de José Woldenberg, publicado por la editorial Cal y Arena. Foto: Cortesía Cal y Arena.

–Hace ya meses, un grupo de abajofirmantes, como se les dice ahora, llamaba a formar un frente que fuera en contra del partido del Presidente, después vimos una evolución en los abajofirmantes hacia un apoyo directo al frente que se había construido entonces y es un discurso más o menos parecido al tuyo, donde se pide no votar por Morena –un tema del que no podemos hablar porque estamos ahora mismo en la veda–. A los abajofirmantes, a los que hablan de autoritarismo, se les ubicó inmediatamente con una de las posiciones políticas en disputa en esta elección, rápidamente se les acomodo ahí y dijeron: “estos son parte de una oposición”. ¿No tienes, José Woldenberg, el temor de que este libro o estos libros sean considerados como una posición más bien política, más que de preocupación, que busca apuntalar a un grupo que está aspirando al poder, concretamente la alianza formada por el PRI, PAN y PRD? –le inquirió Páez Varela.

–Yo creo que este es uno de los problemas que tenemos en nuestro debate público. Es decir, no creo que una sociedad como la mexicana, tan diversa, masiva, contradictoria, donde palpitan diferentes ideologías, puntos de vista, sensibilidades, pueda ser reducida a dos bandos; es decir, con o contra el Gobierno, no creo que el asunto sea así. Por lo menos el intento en este libro, que seguramente coincide con muchos de los que ha suscrito desplegados, que eso también se vale, es tratar de reflexionar sobre qué nos está pasando. Por ejemplo, mi preocupación es la siguiente: creo que en México tenemos un consenso muy sólido –y que bueno que así sea­– en términos de que la única fórmula legítima y legal para arribar a los cargos de Gobierno y legislativos son las elecciones. Ésta es una gran construcción que no existía en los años 70, por ejemplo, y hoy sí existe, pero la democracia tiene otra cara y creo que es la que no se entiende, y no se entiende en la coalición gobernante, y no se entiende en muchas franjas de la sociedad y, ¿cúal es esa dimensión? Que el poder debe estar reglamentado, el poder debe estar dividido, el poder debe estar vigilado, y esa es mi preocupación. Por ejemplo, hemos visto como en diferentes momentos, desde el Gobierno, lo que dice la Constitución y dice la Ley no interesa, y se finge que no se conoce la normatividad y se sigue adelante; bueno, en ese sentido van mis preocupaciones. Yo quiero que el pluralismo que existe en México pueda seguirse expresando, recreando, conviviendo y, por supuesto, compitiendo a través de las elecciones. Pero una cosa es los alineamientos políticos, que por supuesto son legítimos, todos vamos a ir a votar, mucha gente no irá, pero los que vayamos a votar lo haremos por diferentes opciones, y vamos a ver que México no cabe en un solo partido. Pero más allá de eso ojalá podamos recuperar una discusión que nos enfrente a nuestros problemas y a las eventuales soluciones. Esos problemas son muy profundos, muy profundos, y ningún exorcista los va a resolver, entonces ojalá pudiésemos convertir a nuestro espacio público en un auténtico espacio de debate, reflexión, argumentación, y lo que hoy tenemos son muchos adjetivos y pocos argumentos, y eso no le hace bien a nadie: ni al Gobierno ni a las oposiciones –expresó Woldenberg Karakowsky, quien en 2004 recibió el Premio Nacional de Periodismo junto a Ricardo Becerra y a Leopoldo Gómez, en la categoría de Reportaje y Periodismo de Investigación, por su trabajo en la serie de 11 programas “México: la historia de su democracia”.

–Y sin embargo, José, la deliberación pública, que es más intensa por supuesto en una etapa electoral, por supuesto que está más que presente. Hay diferentes tonos inclusive de la deliberación pública, mucha emotividad sin duda, hay también espacios donde se expresan, desde mi punto de vista, las diversas opiniones de un país que efectivamente es plural y va seguirlo siendo, y de eso no me queda la menor duda se va a expresar el próximo domingo. Pero también, José, tú que conoces no solamente la parte electoral. la mecánica del cambio político en México, que es el nombre de uno de tus libros, también pienso que hay franjas de la sociedad mexicana, las elites en particular, que de pronto se sienten invadidas porque hay opiniones divergentes y que entonces se interpreta como que hay persecución, incluyendo la opinión del propio Jefe del Estado mexicano, Presidente de la República Andrés Manuel López Obrador. Yo creo que si algo existe en este país, en este momento, es una deliberación intensísima en diferentes tonos, yo no le veo a eso ningún riesgo. Tu adviertes, sin embargo, de muchos riesgos que encaminen a México hacia el autoritarismo. ¿Cuáles son, en particular, esos riesgos que tu aprecias? ¿Es el discurso del Presidente, es el desprecio por la Constitución y la Ley, es el señalamiento de opiniones que no comparte el Presidente? –le consultó Delgado.

–A ver, creo que son dos cosas que valdría la pena separar. Primero, el tema de la deliberación pública, pero a diferencia de ti, Álvaro, yo no estoy satisfecho con la deliberación pública que estamos teniendo en estas campañas. Es decir, si tenemos mucho ruido, pero creo que pocas nueces, y eso es a lo que me refiero: todos los partidos y candidatos han tenido espacio para expresarse, que bueno que así sea; hemos visto una cascada de spots en radio y televisión en donde cada uno de los partidos ha tratado de mostrar su mejor cara y de denostar a sus adversarios, pero la verdad creo que el conjunto, más allá de unos espacios específicos donde en efecto se ha dado una deliberación y un debate fundado, creo que lo fundamental ha sido sonrisitas, musiquitas, bailables, es decir parecería que las campañas más que ser lo que la mayoría queremos que sean, un espacio para darnos cuenta de la profundidad de nuestros problemas, escuchar las diversas soluciones que tienen las fuerzas políticas, se han convertido en una especie de circo de inconguencias, que más que aclarar lo que está en juego nos lo opaca. Me parece que hay como mucha bruma y poca sustancia en el debate –afirmó quien es hoy profesor de la Facultad de Ciencias políticas de la UNAM, columnista en diversos medios y exdirector de la revista Nexos.

“Yo creo que nuestro debate se ha ido adelgazando y, en efecto, el Presidente ha hecho una contribución a este adelgazamiento, una contribución muy fuerte, ¿por qué? Una cosa es debatir y otra es descalificar. Debatir quiere decir: yo escucho, no estoy de acuerdo contigo, trato de desmontar tu argumento, tengo otras evidencias, y por ahí me voy; entonces, el otro te contesta, y por ahí va, y eso va fortaleciendo las posiciones de todos y al final tenemos un mural de interpretaciones que le sirven al ciudadano para orientarse. Pero creo que el Presidente de la República no responde de esa manera, no argumenta lo que dice; es decir, si un diario o un periodista, un partido político, un académico o un funcionario público no está de acuerdo con él inmediatamente lo que activa es el adjetivo: ‘son ustedes fifis, son la mafia en el poder, son conservadores’, y eso no ha ayudado a robustecer el necesario ambiente para un auténtico debate.

“Pero bueno, paso a la segunda, para tampoco acaparar tanto la palabra. Sí hay riesgos de autoritarismo. Déjenme poner uno o dos ejemplos, porque hay muchísimos: ¿qué sucedió con el asunto de la Presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN)? A Constitución dice con todas sus letras, sin lugar a dudas, que el Presidente dura cuatro años, que no hay posibilidad de reelección y que quienes lo nombran son sus pares, los otros ministros. Yo sé que hay muchísimos artículos de la Constitución que requieren de grandes constitucionalistas para entenderlos, pero este no. Y sin embargo, violando flagrantemente la Constitución, el Congreso aprueba eso, le preguntan al Presidente y dice: ‘no, es que eso no es violación a la Constitución’. Ya sabemos que el asunto está en la Corte, pero el sólo hecho de que hoy esté en la Corte está erosionando el apego a la legalidad y el apego al diseño constitucional.

José Woldenberg. Foto: Diego Simón Sánchez, Cuartoscuro.

“Otras cosas que me preocupan, por ejemplo: cómo se acabó con los fideicomisos, no es hacer la apología de los fideicomisos, pero caray conozco muchos fideicomisos que fueron muy útiles en centros de educación superior para generar proyectos, para dar becas a los estudiantes, etcétera, etcétera, y sin evaluación de los mismos se llegó a la conclusión de que había que decapitarlos todos y acabar con ellos. Ya no hay fideicomisos. Yo estoy seguro que en esa operación se fue lo bueno, lo malo y lo feo; es decir, es un país demasiado grande para que así actuemos. A eso le llamo yo rasgos o resortes que tienen que ver con el autoritarismo”, expuso José Woldenberg.

–Entonces, ¿qué falló? Porque sí, efectivamente, oigo un anuncio del partido que sea en la radio y le cambio inmediatamente porque, en el término más coloquial, me da la mayor de las huevas escuchar la cantidad de payasadas que salen ahí, dicho de la manera más coloquial. Pero son todos los partidos. Y luego, por el otro lado, un Presidente es capaz de cortar fideicomisos, bueno argumenta que va a haber una ahorro y parece que en los hechos lo tendría que demostrar, que hubo un ahorro, pero por el otro lado otro Presidente declara una guerra y pues una parte de la sociedad dice: sí está bien que la declare porque lo teníamos que hacer, y saca al Ejército a la calle y se provoca una gran matanza, como es el caso de Felipe Calderón. Entonces, ¿qué falló? Porque algo falló en la constitución misma de nuestra democracia o en la constitución misma de las instituciones –preguntó Páez.

–Bueno, fallaron muchas cosas, no fue solo una. Por ejemplo, a lo largo del proceso democratizador lo más preocupante fue que se dio de espaldas a la cuestión social. Digamos, checando esos años, uno puede darse cuenta que la economía no creció con suficiencia y que muchos de los jóvenes que arribaban o que querían arribar al mundo del trabajo no lo pudieron hacer más que en la informalidad, porque no hubo unas políticas de fomento para que la economía creciera. Las desigualdades sociales se mantuvieron incólumes, la pobreza se mantuvo sin variación en términos porcentuales, pero en términos absolutos creció. La violencia se expandió en una gran cantidad de zonas del país dejando un reguero de muertos y de familias destrozadas. Hubo fenómenos de corrupción recurrentes que quedaron impunes. Bueno, todo eso pues por supuesto hizo que mucha gente no apreciara lo otro, que es la construcción democrática. Precisamente por eso es el llamado: no metamos todo en la misma canasta porque podremos tirar lo que nos conviene con lo que no nos conviene. Por ejemplo, de las campañas, y comparto tu idea aunque no la repito en relación a los spots de radio y televisión, a ver: creo que es un buen principio que las campañas se hagan en los tiempos oficiales, yo creo que es un muy buen principio, pero creo que la equivocación es haber hecho que los partidos aparezcan en segmentos de 30 segundos, porque en los segmentos de 30 segundos simple y sencillamente no se puede transmitir ninguna idea medianamente sofisticada, lo único que se puede hacer es una especie de spot que se emparenta con los spots comerciales. En el pasado, y no quiero edulcorar el pasado, pero en el pasado había programas unitarios de los partidos y había más debates entre los partidos. Por qué no, con ese mismo tiempo oficial, se impulsa que existan programas de cinco minutos y en cinco minutos los partidos estarían obligados a decirnos algo más que una cancioncita. Y si además hubiera debates entre candidatos, eso eventualmente podría elevar el nivel del asunto. Pero fíjense en la Ley lo único que está reglamentado son los debates presidenciales, nada más; los otros existen cuando se ponen de acuerdo o no. Bueno, entonces sí hay muchas cosas que reparar. Nunca México ha sido jauja ni el paraíso, pero el problema es que tampoco hay una Ley de la historia que nos diga que el futuro será mejor que el presente. Yo creo que todos queremos que el futuro sea mejor que el presente, por por ejemplo: yo quiero un futuro democrático y me da, sí me da preocupación, que mucho de lo construido se pueda deteriorar; de hecho se está deteriorando –expuso el académico mexicano, quien nació en Monterrey, Nuevo León, el 8 de septiembre de 1952.

“Por ejemplo, ¿qué pasó con la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH)? Es una tragedia. Es una Comisión que durante muchos años, con sus altas y con sus bajas, con sus problemas, acompañó a muchísimos ciudadanos que sintieron que alguna autoridad había actuado violando sus derechos, era un buen acompañante por lo menos. Y hoy es una Comisión inerte, ni modo”, afirmó José Woldenberg.